domingo, 27 de enero de 2013

A sunday.

- Perdone, ¿Me cambia pa tabaco?

Era uno de esos días malos. 
En los que el sol me ciega, y la oscuridad me abruma. En los que me pongo chanclas, por tal de no atarme los zapatos. En los que no quiero salir, y si lo hago, será con trampas. 
Uno de esos días en los que no tenía ni una puta gana de ir a por tabaco.

Me devolvió una gran sonrisa, a la vez que cinco brillantes monedas de euro. Y un discurso que escuché a medias.

- Gracias. - Le espeté pensando que era el típico viejo verde que estaría imaginando lo peor.

Al rato, mientras me peleaba con la máquina, empecé a prestar atención a la "conversación" mientras el camarero me observaba.

- Gracias a ti, pero regálame una sonrisa, que una muchacha como tú no puede ir por ahí con esa cara tan triste. - Le esbocé una sonrisa algo forzada - ¡Ay! ¡Que encima la tienes preciosa! - farfullé algo parecido a un "gracias" - Pero hombre, mujer, que no hay razón pa estar triste. Que mírame a mí, doce horas al día en este baretucho, y se empieza uno a tomar las cosas a risa. Si no, ¡no hay quien aguante! - Me decía el hombre por encima de la barra del bar sin borrar la sonrisa de su rostro.

Me acerqué con una moneda que no entraba y me la cambió otra vez.

- Trae, toma. ¡A mí ya me has alegrao la tarde con tu sonrisa, chiquilla! Todos tenemos días malos, pero tenemos que sobrellevarlos. ¿Te pasa algo, no? - farfullé otra vez un "sí, un día malo" -  Tú no te preocupes, ¡que en esta vida to tiene solución y na merece tanto la pena! que la vida es mu bonita y mujeres como tú, ni debajo de las rocas. Alegra esa cara, mujer, que sonrisas como la tuya, pocas. ¡Que tengas buen día!

Le agradecí un par de veces su servicio, me despedí y salí del local de aquel "poeta" mientras rasgaba el paquete de tabaco y echaba mano a un pequeño Clipper que debía tener en el bolso.





Mis prejuicios me habían jugado una mala pasada. 
Era un buen hombre. 
De esos fáciles de tratar, que ellos solos hablan sin preguntar. Sin llegar a incomodar. 

Aquello me hizo reflexionar. Las grandes palabras salen de las bocas pequeñas decían.

Era un día de esos que levantar la cabeza me parecía un mundo. Las dudas me inundaban desde dentro y el cielo gris no arrojaba nada de luz sobre mí. Tenía la autoestima por los suelos. El día me comía, me estaba devorando. 

Encendí el cigarro e inhalé fuerte. Como si quisiera llenarme de todo lo bueno.
Llevaba razón, ni siquiera ese día me había parado a dar las gracias. Ni siquiera había pensado en lo afortunada que soy, en la puta suerte que tengo. Era uno de esos días en los que se me olvidaba. Y necesitaba algo que me hiciera recordarlo rápido. 

Todo tiene solución y nada merece tanto la pena, morena.

Expiré el humo. Noté como me atravesaba por dentro. Lo expulsé despacio. Muy, muy lento. Como si en ese gesto expulsara todo lo malo que tenía dentro.

Y todo seguía igual. El cielo gris. Los parques vacíos. Una tarde de domingo fría. Las agujas de tu feo reloj de pulsera "tictando" el tiempo. Escupiéndomelo a la cara. Explicándome la ciclotimia de mis horas vacías, de mis horas muertas rodeadas de humo susurrándome historias cortas que me hacen suspirar y envolverme en ellas. Que me arrastran.

No quería olvidarlo. Y ya ni siquiera me acuerdo...



sábado, 26 de enero de 2013

Contra el método.

Hasta que apareciste. 


Tú y tu puto pelo siempre despeinado, ese lunar tuyo tan gracioso encima del labio, tu sonrisa traviesa, dulce, comprensiva, atenta, inquisidora, tranquila. 
Tus ojos. Joder, tus putos ojos. Son preciosos. Transparentes, vivos, transmiten tantas cosas. 
Esa seguridad que acompaña a tu sonrisa juguetona. Que me dice que mi mundo va a girar. Me lo asegura. 
Tu firmeza cuando me coges. Tus manos apretándome contra ti. Dando el movimiento rotatorio a nuestro planeta. 
Tu espalda para arañarla, para hacerle cosquillitas, para unificar nuestra creación entera sobre ella. Tan suave, joder. Que siento que me mima al rozarla, al rodearla con mis brazos. 
Pero es que tienes la cara más bonita del mundo. Me vuelve loca. Cuando me miras con ternura, cuando veo amor en tus ojos, cuando me veo reflejada. Esa carita tuya, mi niño.


Y entonces comprendí que había avanzado. Estaba dispuesta a hacer de todo. A deshilachar un hilo que a partir de ahora no me iba hacer falta y a trenzarme contigo.
Otra fuente de la que saciarme.





"A veces, hay que saltarse las reglas."

domingo, 20 de enero de 2013

Maybe.



Pierdo mi tiempo buscando piedras, tropezando con ellas 
y en el suelo, a veces, encontrando respuestas. 
Persigo las ganas que te tengo, los besos que me robas. 
Me estiro hasta romperme.







"Hay susurros guiando veleros, hijos de puta jugando con faros".

miércoles, 16 de enero de 2013

That.




"Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpea en el cráneo, ¿Para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos tener son esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban profundamente."

Franz Kafka.



viernes, 11 de enero de 2013

think.



En mirarte a los ojos, en soñar con ellos abiertos, en hacerlos juntos. Recorriendo el mismo camino. Pedregoso,  amplio, retorcido, recto, con muchas curvas, de cualquier manera. Pero juntos. 

Juntos y convencidos de ello. En disfrutar cada recoveco del camino. En saber ver por el lado bueno del cristal cada piedra mal puesta delante de nuestros pies. En jugar a saltar las piedras que nos quieran hacer tropezar. En reírnos de la caída y en agarrarnos fuerte si nos tenemos que levantar. En poner espalda con espalda y trepar el pozo si caemos. Derecha, izquierda, derecha, izquierda... Hasta llegar arriba. Juntos.

Quería poder contarlo cómo se merecía. Mirándote a los ojos. Uno de los pasos más importantes. En poder darte esa alternativa que queríamos. En reafirmarnos en nuestro sueño, porque quería que fuera más que eso. Pero poder soñarlo juntos. Frente a ti. Verlo reflejado en tus ojos. Y poder darte ese beso lleno de promesas, de futuro, y sobre todo, de unión. De complicidad. Quería ver una sonrisa repleta de seguridad, de amor, de planes de futuro, de confianza. 

No me quería perder por nada del mundo esa cara. 

No tiene precio. No sabría ponerselo. Porque son de las mejores cosas del mundo. De esas que no se olvidan. De esas que sé que me iban a alimentar. 

Encontrar ese hueco que está por ahí para nosotros. Ver que te podía sacar esa sonrisa que anhelaba estamparme para mí.

No era más que intentar tratar al momento cómo se merecía.






¿Qué te voy a contar?