jueves, 28 de agosto de 2014

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Se han ido todos. Todos los que aliñaban mi vida azucarada han desaparecido. Y ahora estoy yo sola.
Demasiado empalagosa. Demasiado dulce. 

Estoy jodida y los echo de menos. Aunque a veces me planteo si realmente es a ellos a quienes extraño o a su compañía. Ahora me da igual. Tengo que avanzar. Te he comido y ahora me las tengo que contar.

Pero no quiero más azúcar en mi café, ni más miradas que me hagan enloquecer. 
Quiero acostumbrarme a ser diabética, inyectarme una buena vacuna y olvidar el efecto techo que voy a provocar.

Quiero un superhombre de Nietzsche. Estoy trabajando duro para ello. Quiero...

No sé qué quiero. Por eso ya no escribo. Porque no puedo escribir de nada. O si. Seguramente sí. Pero yo no sé. En la nada veo vacíos, pero cosas tan intangibles que solo estoy en contacto con ellas cuando me sumerjo en la nada. Y me quedo a oscuras. Pero entonces ahí no piedo escribir... Y no sé. 

O no quiero saber. No lo sé tampoco.



martes, 19 de agosto de 2014

Grx




Eran las tres de la mañana. No paraba de dar vueltas en la cama. Ya no sabía cómo ponerme. Abrazaba la almohada, la soltaba, la cogía otra vez, ...

Estaba desesperada. 

Aunque era normal. 
Desde las cinco de la tarde que empecé me había tomado un café, una coca cola, dos Alhambra especial con sus correspondientes tapas, una cena muy, muy copiosa en un restaurante italiano, y un té en el chill out para terminar. En este orden; y lo último, hacía menos de media hora.

Estaba intoxicada de alimentos no adecuados para dormir.

El perro me estaba poniendo nerviosa, me picaba todo y no paraba de encender y apagar la luz por diferentes causas injustificadas.

Y pensé en ponerme a escribir para conciliar el maldito sueño.

Me quedaban exactamente 6 días y 21 horas en Granada. Menos de una semana, y últimamente el tiempo pasaba demasiado rápido aquí...  

Solo sabía que me iba, qué tenía que hacer y cuándo. Pero no cuándo volvería. Y si lo haría.
Quizás fueran mis últimos días aquí, o quizás volviera en algunos meses o años.

No lo sé. 

Es difícil despedirse de una ciudad como ésta. Tan mágica. 


miércoles, 23 de julio de 2014

Twice.

Una vez conocí a un músico de la calle. Por casualidad o caprichos del destino, supongo.

Y desde ese jodido día no he podido sacármelo de la cabeza. 

Albergo la esperanza de volvérmelo a encontrar. Puede que en una plaza, o en alguna esquina de la recóndita ciudad, quizás en un café. O puede que en ningún lugar.

Suenan sus canciones por todos sitios. Me retumba su voz en el eco de las calles vacias. Voy cada día al lugar donde lo conocí. Donde empezamos a hablar y donde pasamos horas muertas entre acordes y letras antiguas. Mientras a ninguno se nos ocurrió pedirnos un teléfono, confiando en volvernos a encontrar al día siguiente.

Y ahora sigo confiando. Sigo esperando. Sigo queriendo encontrar su voz por casualidad en Granada. La ciudad mágica, la ciudad de las segundas oportunidades y del qué dirán. 
Donde suenan guitarras y mueren deseos. Donde se cumplen sueños. 

Joder. ¿Dónde estás?

lunes, 26 de mayo de 2014

sss.




Porque la supermujer que lo hace todo ahora no quiere hacer nada. O no puede. O no le quedan fuerzas. O simplemente está cansada de luchar.

Contra todo y contra todos. Contra cada prejuicio, contra cada uno de los tópicos de mujeres, contra cada hombre machista, contra cada persona que me dijo que no podía, y contra cada uno que hizo lo imposible por que no pudiera. Estoy cansada de pelear, de discutir, de plantarme en frente de cada persona que ha dudado de mí y callarle la boca. Estoy cansada de llevar quinientas cosas a la vez y aún así intentar sacar tiempo donde no lo tengo para hacer un poco más feliz la vida de algunos. Estoy cansada de la gente egoísta. De la gente que no es clara. De la gente que da rodeos, o me da largas. Estoy harta de las personas hipócritas, de las que no te dan los buenos días, y de las que te miran por encima del hombro sin tener ni puta idea... Estoy hasta los cojones de que no haya una guía, de que cada cual invente sus reglas y de que la gente sufra por tonterías. Realmente... Estoy muy hasta los cojones de este día.

Hoy la supermujer ya no quiere ni ser súper, ni ser mujer. No quiere luchar, ni hablar, ni discutir, ni llorar, ni pelear, ni hacer nada. Sólo quiere huir. Quiere irse lejos y empezar.
Buscar la felicidad, dejarse engañar, escuchar "por favor" y "gracias" cada día, encontrarse con gente que trabaje con sonrisas, trabajar con ellas y sobre todo, no tener que demostrar nada a nadie.

Hsjsb



Hoy necesito desahogar.
Estoy hasta los güevos de no tener tiempo pa na, de estudiar, de currar, de ir a clase y de entrenar. Estoy hasta los cojones de la vida que estoy llevando estos dos últimos meses. 
Sin parar, sin descansar, sin tiempo para respirar. 
Cobrando a cinco euros la hora con dos máster y casi dos carreras. Con dos trabajos y sin ningún tipo de vida. 
Harta de soportar a turistas, de hablar inglés, de poner buena cara y de no tener tiempo ni pa parar a comer.

No puedo más. Necesito desconectar. Mañana me pierdo del mapa, no quiero ir a clase, ni al curro ni a ningún sitio. No quiero. No puedo. 

Joder... 
Que acabe este día ya.

-



Jodidos pero unidos
algún día de esos en los que solo te levantas para comprobar que todo sigue igual 
que no le importas al mundo
que el sol luce sin más

Se hacen las maletas a puñados de ropa arrojados, mezclados con esperanza, y algo de ilusión
Se cargan con algún recuerdo
o un mal sentimiento
Pocas emociones y no muchas ganas

Grito desde el fondo
me has descubierto.
Y solo se repite en mi cabeza
Da igual, da igual, da igual...
Las matemáticas se nublaron
cuando
no sé cómo
les demostramos las olvidadas ecuaciones en las que
el grado mayor, nunca está exponenciado

Ese tono repetitivo que me come por dentro
que me desgarra la garganta
que me destroza la mente.
Yo sé que quiere salir
yo sé que no debo dejarlo. 

Pero da igual, da igual, da igual...
Algún día de estos
los dos sabemos que pasará

Y habremos tirado las viejas maletas
con la ropa desfasada
Y los recuerdos, más que olvidados.

Men



Lo vi aparecer de frente. Llevaba el pelo despeinado y un pendiente en la oreja un poco raro.
Cruzamos las miradas un segundo y bajó la cabeza.
Iba en chándal y con una sudadera ancha. 
Tenía una sonrisa revoltosa y los ojos oscuros. 
En mi cabeza sonaba constantemente "until we bleed".
Ahora era una señora gorda. Con abrigo de animales muertos y peinado tipo seta.
Se revolvía en el asiento, agitada, buscando algo. 
Yo seguía pensando en la mirada perdida y sus zapatillas destrozadas. 
Vi que la gorda me miraba y movía los labios. O. A. 
¿Qué hace? 
Me quité un casco y le fijé la mirada. 

shine II.





Me desperté con el puto dolor de cuello y con el piercing de la oreja aplastado por el propio peso de mi cabeza. Además de un mal cuerpo de la hostia e inexistentes ganas de moverme de allí.
Estaba destrozada. 
Miré la hora y me eché las manos a la cabeza.
Joooder. Las 16.11h. 
Me cago en dios.

Por la mañana, en mi borrachera de felicidad, mi resaca de cerveza y mi desintoxicación a base de sol, había prometido estar a las cuatro y cuarto en el arco del casco antiguo de la ciudad. Es decir, tenía cuatro minutos para vestirme, volver a la realidad, ponerme la careta de persona normal y atravesar media ciudad en bus.
Ni que decir tiene, que fue imposible.

A las cinco menos veinte estaba bajándome del bus una parada después de la que debía (por despiste mío) escondida en mis gafas de sol y cagándome en la puta.
Caminé hacia el arco algo agitada pero despacio, lo cual me llevó unos cinco minutos más y allí estaba mi colega como siempre.

Tiene cara de niño travieso y sonrisa juguetona. La cara repleta de pecas y una mirada como las hay pocas. Llevaba un gorro e iba en chándal, como siempre. Estaba apoyado en su bici en un banco apartado con un porro humeante en su mano. Me sonrió en cuanto me vio y nos abrazamos. 

Tras una discusión rápida y unos calos en el banco nos encaminamos a un parque que hay algunas calles más abajo, y aquí, realmente empieza la historia que quería escribir.

Cuando llegamos, hacía una tarde de puta madre, ya se me había pasado todo y estaba en la gloria con el solecito. 
Nos colocamos en un banco y mi colega se acercó en la bici a por unos litros mientras yo me liaba algo.

Al final, no sé cómo pasó, no sé cómo llegamos a la siguiente situación, pero cuando volví a ser consciente estábamos sentados en un muro al sol, hablando con una mujer bastante peculiar sentada en frente de nosotros en el suelo.

La vieja Bárbara, que después me enteré de su nombre, era una mujer de 45 años, morena de piel y pelo, y llevaba por atuendo algo a lo que yo califiqué en un principio como disfraz de indio. Calzaba unos botines marrones de cordones, unos pantalones estampados bastante raros de los que solo le podía ver los bajos ya que iba cubierta por un abrigo por debajo de las rodillas color verde desgastado, o quizás era beige en su origen... o gris. No lo sé. Pero, lo que le daba el toque tan peculiar, además de sus características  personales, era un pañuelo de colores puesto rodeando la cabeza por su frente a modo de indio o algo así, y sobretodo, una especie de poncho roñoso hecho con una alfombra vieja con un agujero en medio para la cabeza y un par de rayas que combinaban con su extraño tocado del pelo.

La mujer no tenía dientes, a excepción de un colmillo superior medio partido y negro el cual enseñaba constantemente cada vez que reía. Que reía bastante. 
Pero lo que más me llamó la atención, a parte de la situación, fue su mirada. Tenía una mirada muy extraña.Decidí  escribir esto solo por eso. 
Por su mirada. 

Era la de alguien que no pertenecía a ese cuerpo mugriento que la llevaba, era la de una mujer guapa, viva, con un buen futuro echado a perder. Alguien que la vida la había jodido, y no había sabido arreglarlo a tiempo, era la de una veinteañera inconsciente, loca, y ahora, madre. Sus ojos eran de un marrón chocolate que brillaba con la luz de una forma diferente a lo que estaba acostumbrada a ver. No era la típica  mirada apagada de un yonqui tirado en la calle sin más preocupación que su siguiente pico.
Era una mirada jodidamente viva, mona, incluso divertida. Tenía una mirada muy bonita y tan inconsonante con el resto de su físico que me llamó poderosamente la atención y sentí la necesidad de hacerle caso.

No sé cómo surgió la conversación pero yendo colocados supongo que tampoco nos costaría mucho. Lo primero que recuerdo es a la mujer insistiendonos sobre un tema que creo que ni si quiera venía a colación.

– Los barbitúricos con el alcohol no hay que rebujarlos nunca eh – nos decía la vieja Bárbara agitando las manos mientras nos lo razonaba usando un montón de tecnicismos de los que de la mitad desconocía su significado. 
Yo no sé qué habría sido ella antes de ser yonqui y estar tirada en la calle, pero a lo largo de toda la conversación no hacía más que soltar tecnicismos en diferentes campos de conocimiento.

También nos habló sobre el acero inoxidable, las latas y el aluminio, ya que llevaba una bolsa de plástico verde llena de ceniceros hechos de latas vacías, cortados y, la verdad, muy bonicos. Nos decía que era una aleación de niquina o no sé qué tecnicismo que yo no conocía, por lo que tampoco sé si se lo estaba inventando. Aunque me daba la sensación de que no. Nos contó la eterna duración de sus ceniceros de lata, que conocía a gente que le habían durado diez años y nos insistió mucho en lo siguiente:

– Que eso tú le da con agua asi pshhhh –hacía un sonido de efecto especial del agua– y se queda nuevo. Tú eso le da con agua y verá como brilla y de to. Que esto dura un montón, así, limpico.

La vieja era de Cadiz. Y yo no sé como había  acabado en donde estábamos, no nos lo contó, pero estaba lejos de casa.

Iba saltando de tema a tema, que yo no sé si fue por su colocón, o por el mío, pero me daba la sensación constantemente de que no llevaba ningun hilo conductor de la conversación. Pero luego, al rato de estar hablando de algo, te lo unía con lo anterior de una forma sorprendente, así  que me hacía dudar si la colocada era yo o ella iba peor. Yo hubiera perdido el hilo si estuviera creando un discurso de tal complejidad,como ella hacía, y encima mezclándolo con cerveza caliente y porros.








Jdudhd



No es justo que vengas aquí a arruinarme la vida otra vez.
Ahora que se han quemado los kilómetros, ¿qué?

Quizás nos perdamos en las calles altas de esta mágica ciudad, o sólo nos encontremos en alguna sucia esquina un domingo por la mañana borrachos y perdidos. 
Puede ser que ni nos veamos, o creemos una relación estable y duradera, quizás solo tomemos unas cañas de compromiso o echemos un café una vez al mes. 
Sea como fuere, el pasado no lo podremos cambiar y ahora solo pienso en disfrutar.
Ojalá todo pueda cambiar. Ojalá todo vaya genial. Ojalá la olvides ya. Ojalá... Ojalá.

lunes, 10 de febrero de 2014

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Hay gente que cree que está viva 
porque lee la prensa y le hace el amor
a su mujer dos veces al año, al mes
o a la semana,
toma café con los amigos
y sueña con pertenecer a alguna mafia.
Hay gente que cree que está viva
porque se levanta todos los días a las seis
de la mañana para arrastrarse hasta el trabajo,
y fuma un cigarrillo
y comenta la marcha de la liga
o el último escándalo político
con los colegas. Hay gente
que cree que está viva porque tiene un coche,
un piso en propiedad, dos docenas
de camisas y una sólida opinión
sobre quién debería gobernar el país.
Hay gente que cree que está viva
porque sigue cursillos por correspondencia,
acude a sellar la tarjeta del paro,
se mete un pico o esnifa coca o sale a tomar
copas o por saco los fines de semana,
va al cine, enciende el televisor,
habla por teléfono o abre una cuenta bancaria.
Hay gente que por estas cosas y algunas otras
-cualquiera, todas las que queráis
añadir a esta lista improvisada-
cree que está viva, y lo que es peor: 
que tiene algún derecho a la vida.



R.W.

domingo, 9 de febrero de 2014

Exploit



Creo que voy a explotar.

Me siento impotente, sin fuerza, perdiendo, sin opciones o alternativas y completamente jodida por mis decisiones.

Tengo un cúmulo de sensaciones que necesito soltar que al que le toque... Va a flipar.

Llevo conmigo lo que me he callado durante meses y lo que me arrepentí de decir en su día. Me acompañan mis errores y tu puto orgullo suicida. 

No sé qué hacer. Como siempre.
Pero tampoco me ayudas. 

Sé que a veces me he equivocado y no he hecho las cosas como debería. Pero necesito que me tiendas una mano. Necesito saber que no me voy a caer. Necesito que me dejes claro que el invierno y el frío ya pasaron.

Tiéndeme una mano y te aseguro que no la voy a soltar. 

Joder, cúantas sensaciones. Cuánto revuelo. Cuántas ganas de ti.

miércoles, 5 de febrero de 2014

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Quizás no lleve mis problemas escritos en la cara, 
pero estamos hechos de LA MISMA MIERDA.






sábado, 1 de febrero de 2014

Desv




No es ya tanto por promesas como por esperanza.
Ni por orgullo. 
Cambié mis historias por tus ojos. 
Y mis dudas... Por las tuyas.

Me quedé con el césped que arranqué aquel día en el parque. 

Secándome. Muriendo.

martes, 28 de enero de 2014

Hey


Dudé durante tres segundos, miraba alternativamente tus ojos y tus labios. No quería romper mis palabras, pero tampoco quería que me siguieran persiguiendo los recuerdos de la tortura de cada beso que te quise dar y no lo hice. De cada duda atacándome por dentro, preguntándome si eso eran sentimientos. 


Y te besé, o mejor dicho, nos besamos.





sábado, 18 de enero de 2014

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Supongo que el orgullo acabó devorando cada una de la palabras que no te dije. 
Las guardaba para ti. 
Creo que ya pasó el tiempo y la oportunidad. Que me quedé esperando demasiados días que me vinieras a buscar. 
He soñado muchas noches contigo y me he despertado con el sabor de tus besos en mis labios. 

O el sinsabor.

He vendido parcelas de mi cabeza con tus recuerdos y he agotado las historias sin acabar. 


Creo que ya no queda nada más.





Vamos a dejarnos de tonterías 58272.



Volví al mismo sitio de los días anteriores.
Para qué nos vamos a engañar, me gusta pensar que vendrás.
Un café, un cigarro, un donut y una mente tan espesa como dispersa.
Me quedan escasas horas en la ciudad... Y aún no sé qué pensar.
Solo le doy vueltas al qué pasará. Hubiera apostado fuerte. Si no fuera por esto, por lo otro, y por lo de más allá.
Vamos a dejarnos de tonterías, pedía. Pero solo sabía que por sus huesos me moría. Vamos a dejarnos de tonterías, vamos a mirarnos a los ojos y a hablarnos claro. Vamos a dejar de jugar con fuego que se nos acaba el tiempo y nos quemamos. Que a mi me consume y a ti te raja. Vamos a no andarnos con rodeos y a decirnos lo que pensamos. No me jodas y sé claro. Yo sé que pasa algo. 

Guerras psicológicas con tantas muertes como dilemas. Voy cerrando puertas a la vez que cavo túneles en la trastienda. Hasta verme arrinconada. Por si vuelves, por si cambia, por si no muero... 
Te cuento que pegué portazos como única alternativa, que no me quedan salidas, pero tengo un abecedario entero con planes de huida. Dios sabe que rara vez me veo con una única opción. Y, justo esa, es mi ruina. 

Tengo márgenes de errores infinitos y mil caminos cuando me equivoco. Tengo siete millones de opciones y apuesto por la que yo quiero, no por la que me dé más beneficio. No soy buena empresaria, ni en los tratos fáciles salgo ganando. Mi corazón va controvertido y cree que gana más cuando el resto del mundo ve que pierdo. Yo me fío de él más que de mí misma. No sé cómo lo hace, ni qué reglas aplica, pero a la larga, siempre se duplica.  

Me está pegando el sol de frente y sé que se me leen las ideas en los ojos a kilómetros de distancia. Agacho la mirada para que no me las robe la gente... Que hay mucho gitano, y mucho ladrón.

No quiero filosofías baratas, ni historias de payasos que acaban muertos y les sale caro. Pero es que las filosofías las encuentras en la calle y son gratis. Y los payasos te cobran a euro la sonrisa y no llevan garantía ni reclamos.

Menuda porquería... Y cuanta tontería.

come back.



De vuelta a donde siempre. La misma mesa de siempre. La misma música. La misma gente...
Y las mismas movidas mentales de siempre. 

Yo no quería saber nada más de eso. Me daba igual ya. 
Horas vacías. Tardes muertas. Muchas cosas que hacer y un buscar el sitio para mí constante.
Pasaban los días y nadie lo sabía, pero yo ya no estaba allí. Me había ido. Nadie se daba cuenta. Yo tampoco quería. Sonreía, asentía... Y con mi máscara bien atada hacía lo que quería. Qué más daba?
Tal vez algún día pueda mirar atrás y recordar todo esto como una etapa más, un momento de mi vida en el que todo me daba igual. Con algún tachón en los renglones, alguna nota al margen y días de verdad. 

Bus II



Fue en un trayecto de autobús un lunes por la noche cuando me di cuenta. Sobre las nueve.
Cuando noté el sabor rancio del chicle dando vueltas en mi boca. Con la lengua dormida y cara de huida.
Las luces de los semáforos me deslumbraban. Una muchacha sentada a mi lado no paraba de mirarme. Cómo si le importara lo que estuviera escribiendo en el móvil.
Tenía el culo dormido de estar sentada y la espalda partida en cinco trozos por los putos asientos de plástico duro.
La música estallaba en mis oídos. Y me protegía con la capucha de mi alrededor. 
Llevaba cerca de una hora en el bus. Encontraba un nuevo compañero de viaje en cada parada.

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miércoles, 15 de enero de 2014

Sintomatología negra.



No puedo escribir.
No sé que tengo dentro.
No lo puedo sacar.
Creo que es veneno
que me metieron en algún lugar.

Son ríos impactando de frente.
Sol quemándome los vaqueros.
Moscas que no se van.
Paseos en bicicleta sin ir a ningún lugar.
Buscar adrenalina.
Fuerza para destrozar.
Son tus palabras sin mirarme.
Es esconderme en sudaderas enormes.
Gafas de sol para no llorar.
Son cielos azules los domingos
y gotas de lluvia golpeándome los lunes.
Sombras sin sentido.
Y sobre todo, es buscar.
Esperar.
El estado de espera eterno. 
Los infinitos decimales de sus cálculos.
Cafés que se enfrían alargando momentos.
Alarmas sonando para romperlos.
Son días grises.
Son putas que te hacen llorar.
Son sonrisas infieles.
Y ojos traidores.
Son extraños escrutinando tus pasos.
Es humo volátil.
Son tardes vacías.
Es sabor a hierro.
Noches largas.
Y mañanas perdida.
Carne viva y fuego cerca.
Son hostias en la carretera.
Y en la cara.
Son horquillas en las olas.
Y pies colgando del muro.
Dobles sentidos.
Y stops.
Son desconocidos muy conocidos.
O queriéndolos conocer. 
Es despojarme del cielo.
Y hojas verdes en mi sien.
Son tus mentiras disfrazadas.
Y mis informes de locura generalizados.
Son noches leyendo.
Es un pasado perdido.
Son los besos que no se dieron.


Y las promesas que son nada.





miércoles, 8 de enero de 2014

one day.




La habitación olía a humanidad y marihuana. Había estado trabajando en el portátil todo el día metida en la cama. Estaba harta.

Salí un momento al baño y cuando volví el olor me golpeó en la cara.

Tenía la cama deshecha, quinientos mil cojines desordenados, miles de folios tirados y apestaba a horas de apalanque.

El cenicero de lata adquirido recientemente descansaba encima de uno de los cojines con la última colilla humeando a punto de apagarse. 
Y Big Cheese inundaba la estancia. Me encantaba esa canción.

Tenía un sabor amargo en la boca, el de aquel que no ha dejado la cosas terminadas como debiera. 
La amargura de la huída. De la distancia.
Pero no tenía tiempo para pensar en estas historias. Tenía mucho trabajo que hacer, poco tiempo y estaba bastante agobiada. Así que me forcé a realizar todo eso en lo que tenía puestos mis objetivos intentando dejar de lado lo que luego descubrí que eran necesidades.

Mi mente volaba de un lado a otro, entre pitillos y teclas de ordenador tenía pensamientos repetitivos, me asaltaban preguntas que sentía que necesitaba darles una respuesta y estaba lo menos parecido a concentrada que podía estar.

El penúltimo albúm de Kurt Cobain no paraba de reproducirse en mi portátil y yo no paraba de reproducir sus letras en mi cabeza. Joder. Cómo me gustaba.

Finalmente, desistí. Dejé a un lado lo que debía hacer para hacer lo que me dio la gana.
Y me sumergí en un viaje durante unas largas horas por la red. 
Me enganché a un libro, pero estaba escrito en fondo negro con diminutas letras blancas y me destrozaba la vista, por lo que dejé de leer a las treinta páginas aproximadamente. Eso me recordó que este blog también lleva ese diseño, por lo que quizás, al rato, comienza a hacerse tediosa su lectura. No lo sé. Tampoco me importa, en realidad.

Y estuve navegando por estos últimos días en los que solo había tenido tiempo para vivir y no me quedaron minutos sueltos para pensar. Intenté recordar todo lo que había hecho en este tiempo y descubrí, sin ninguna sorpresa la verdad, que tenía unas lagunas enormes y muchos recuerdos difusos a causa de mis últimos colocones. 

En parte, me gustó, porque había disfrutado como una perra estos días. Pero por otra parte, me hizo sentir culpable ya que contabilicé un total de casi tres semanas flotando por el mundo.

Había quemado más hierba estos días que en los dos meses anteriores juntos. Y había esnifado más coca que en toda mi vida.

Los días que me drogaba, solía levantarme jodida. Más de la cabeza que de otra cosa. Por que le tengo gran aprecio y a veces noto como millones de diminutos túneles me suben por la cara hasta mi cerebro. Esos días me doy asco. 
Pero también pienso otras movidas que paso de escribir, y se me pasa.

En fin. Como siempre y como hasta ahora.

En realidad, aunque no quede muy bien visto comentarlo, me encantaba el olor a marihuana en mi habitación. 
Abrir la puerta y embriagarme de ese olor dulzón, penetrante y relajante del interior. Cheese, blueberry, widow o alguna hidropónica cuidada. Siempre lo digo, ambientador de marihuana sería la polla. 

Pero también tiene sus contras. Incita bastante a su consumo, y en algunas épocas de mi vida, veáse en exámenes, no es muy oportuno ni beneficioso que esto ocurra. 

Por eso hoy, día 7 de enero (o por ahí) tras recapitular un poco, me he puesto el disfraz de persona seria que requiere estas fechas. Y la careta de persona formal, responsable y fuerte para afrontar los casi dos meses jodidamente intensos que vienen por delante sin bajones ni movidas.

El Máster y sus putos exámenes, los exámenes de mis dos carreras, el Experto y las prácticas, terminar los trabajos que tengo a medias y terminar la asistencia a clase que me está matando. 

Espero que me vaya, al menos, tan bien como estos meses del año pasado. Y además, espero que me sobre tiempo para entrenar que últimamente estoy muy dejada.

Me siento con fuerza y feliz, así que de paso, por si alguna persona perdida por estos lugares me lee, le deseo un buen comienzo de año.



martes, 7 de enero de 2014

Clock.


Menuda putada. Cómo se me ha escapado el tiempo de las manos. Cómo lo he malgastado y cómo lo he tirado. 

Hostia puta. 

Por qué no aproveché cuando podía? Por qué no dejé que calentara mis manos frías? 
Se evaporó el humo y gastamos los días de invierno. Nos fumamos los efímeros momentos que escondía entre mis cuadernos. 

Y robamos horas al minutero. Y nos pesaban en la espalda como un mal trato con el carcelero. 
Dile que te deje marchar. Dile que ya lo vas a dejar en paz. Que ni te importa, ni lo pienso. Que quieres libertad a cualquier precio. 



Calla. -que pasan las horas volando- Ríe. -y jugamos mientras tanto- Llora. -que hay putas merodeando- Y besa. -que puede que mañana ya no sea tu princesa, no me calientes la cabeza.



WB.