domingo, 22 de diciembre de 2013

Night.

2:06 am.
Abro la puerta de casa con la mano temblorosa de frío.
Entro riéndome y echo la llave a la vez que me desvisto por el pasillo. 
Está mi hermano despierto y huele a marihuana en el salón. Me mira con los ojos entrecerrados y se empieza a reír de mí.
Me dirijo a mi cuarto e intento terminar de cambiarme sin pasar más frío. No doy pie con bola.
Me lio con el sujetador, la camiseta y la sudadera y, finalmente, me lo tengo que quitar todo.
Me cago en la puta.
Y mi pijama? - camiseta de publicidad y pantalones de basket asquerosos-.
Me pongo como loca a buscarlo en la torre de ropa de la silla, debajo de la almohada, en el suelo... Dónde coño está? 
Dando pequeños saltos sobre los espacios sin cosas del suelo voy al armario y me saco otra camiseta -"Motorciudad" tamaño gigante en la espalda- y me la pongo mientras veo asomar el pijama perdido por la base de la torre. 
Me cago en la puta...
En fin, termino mis historias y las de los demás y me meto en la cama.

Colega, dónde está mi cabeza?
Es hora de terminar el día.

Buenas noches.





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martes, 17 de diciembre de 2013

Another.

Sabía que mi Pepito Grillo rara vez se equivocaba, y llevaba la cuenta de las escasas veces que no lo encerré en su jaula. 
Nunca te hacía caso, nunca te miraba. No sé qué hacía con mi vida, pero me guiaba más por las incoherencias que mi cabeza dictaba. 
Ahora blanco, y dentro de un rato probablemente sería negro, o azul. O una casa en la playa. O una fiesta de pijamas. O drogas caras. 
E igual después ni coloreaba el día. Ni te miraba. Ni me drogaba. 

Dejé de jugar con Pinocho cuando me empezaron a meter fuego de la nada. Cuando sentí el descontrol. Cuando vi que era una realidad más que un juego para ganar. 
Y empecé a apostar fuerte y a meter all-in cuando foldeabas la mitad de lo que te entraba. Ahora era amarillo. Y poesía barata. 
Y nubarrones por las noches en los días claros. 
Dejamos de mirarnos a los ojos para mirarnos por dentro. Y empecé a recordar cada día que estuve esperando tus dulces cuentos. 
Y tus caricias por las noches. 
Y el olor a tabaco impregnado en mi bufanda gris, esa que solía oler a ti. 

Y, para entonces, te perdí. 




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Mo.



Consumimos las horas viendo derretirse los hielos en coca-cola.
Nos adentramos en la noche inhalando humo intoxicado.
Y pasan los minutos y los segundos y ni nos hemos inmutado.
Sentados en nuestro bar, apurando los últimos ratos.
El último cigarro, el último beso, el último sorbo, el último polvo.

Y nos separamos.