domingo, 22 de diciembre de 2013

Night.

2:06 am.
Abro la puerta de casa con la mano temblorosa de frío.
Entro riéndome y echo la llave a la vez que me desvisto por el pasillo. 
Está mi hermano despierto y huele a marihuana en el salón. Me mira con los ojos entrecerrados y se empieza a reír de mí.
Me dirijo a mi cuarto e intento terminar de cambiarme sin pasar más frío. No doy pie con bola.
Me lio con el sujetador, la camiseta y la sudadera y, finalmente, me lo tengo que quitar todo.
Me cago en la puta.
Y mi pijama? - camiseta de publicidad y pantalones de basket asquerosos-.
Me pongo como loca a buscarlo en la torre de ropa de la silla, debajo de la almohada, en el suelo... Dónde coño está? 
Dando pequeños saltos sobre los espacios sin cosas del suelo voy al armario y me saco otra camiseta -"Motorciudad" tamaño gigante en la espalda- y me la pongo mientras veo asomar el pijama perdido por la base de la torre. 
Me cago en la puta...
En fin, termino mis historias y las de los demás y me meto en la cama.

Colega, dónde está mi cabeza?
Es hora de terminar el día.

Buenas noches.





.

martes, 17 de diciembre de 2013

Another.

Sabía que mi Pepito Grillo rara vez se equivocaba, y llevaba la cuenta de las escasas veces que no lo encerré en su jaula. 
Nunca te hacía caso, nunca te miraba. No sé qué hacía con mi vida, pero me guiaba más por las incoherencias que mi cabeza dictaba. 
Ahora blanco, y dentro de un rato probablemente sería negro, o azul. O una casa en la playa. O una fiesta de pijamas. O drogas caras. 
E igual después ni coloreaba el día. Ni te miraba. Ni me drogaba. 

Dejé de jugar con Pinocho cuando me empezaron a meter fuego de la nada. Cuando sentí el descontrol. Cuando vi que era una realidad más que un juego para ganar. 
Y empecé a apostar fuerte y a meter all-in cuando foldeabas la mitad de lo que te entraba. Ahora era amarillo. Y poesía barata. 
Y nubarrones por las noches en los días claros. 
Dejamos de mirarnos a los ojos para mirarnos por dentro. Y empecé a recordar cada día que estuve esperando tus dulces cuentos. 
Y tus caricias por las noches. 
Y el olor a tabaco impregnado en mi bufanda gris, esa que solía oler a ti. 

Y, para entonces, te perdí. 




.

Mo.



Consumimos las horas viendo derretirse los hielos en coca-cola.
Nos adentramos en la noche inhalando humo intoxicado.
Y pasan los minutos y los segundos y ni nos hemos inmutado.
Sentados en nuestro bar, apurando los últimos ratos.
El último cigarro, el último beso, el último sorbo, el último polvo.

Y nos separamos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

sábado, 28 de septiembre de 2013

Since...

Sigo como desde hace diez años y como aquella noche. Queriendo encontrarte. Queriendo quererte. Pero te evaporas como el humo que expulso cuando te veo, como las efímeras palabras que desaprecen cuando nos miramos a los ojos y entre, a veces, lágrimas van huyendo de nuestras caras vacías, extrañas, desconocidas.
Parece que todo lo que nos decimos por las noches no tiene sentido por la mañana. Que todo lo que me juras es nada.
Atrapada por tus manos y tirones de pelo en la cama. 
Me perdí a mí misma en el momento en el que te perdí a ti de vista. Desde el momento en que supe que nunca más te vería sonriéndome desde la calle a mi ventana. Que no me veías, pero sabías que te miraba.
Habrán pasado diez años y sólo consigo alejar los recuerdos de mi mente, no mirar atrás. Pero me encuentro de frente con tus ojos o con sonrisas que creo tuyas. Solo al principio. 
Después también desaparecieron las sonrisas. Y las caricias. Y los abrazos en la puerta cuando te ibas. Y las miradas vacías. Desapareció todo.
Ahora solo conservamos los escasos recuerdos de esas noches y algunas mentiras.
Nos refugiamos de la gente, nos escondemos en calles perdidas. Pero todo nos acecha detrás.






Espero la señal.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Ç



Las nuevas ganas de nada, el gastar mis tardes y dormir las mañanas oscuras. 
Huir del sol y quedarme blanca si me miras. 
Hay parejas extrañas en los bancos de este parque. Hoy lo gobiernan los viejos que ayer eran dueños de esto y, como una especie de gueto, nos disputamos los mejores sitios como si ahora fueran nuestros. 
Las renovadas historias de niños pequeños, los tristes cuentos de almas dormidas. Pero tú ya no me conoces, ni yo te encuentro cuando te pienso. Como antes. Siempre ha sido igual. Siempre nos hemos vuelto a gastar. 
Algunos días nos veíamos a la salida del colegio y hacíamos como que no nos conocíamos, cuando no había persona en el mundo que tuviera memorizado el mapa de mis lunares mejor que tú, ni había mirada más pura que la que le devolvías a mi nuca cuando creías que nadie te veía...
Nos sabemos perdidos y nos echamos de más, pero también falta a veces un menos entre tus brazos, o una sonrisa dispersa como la tuya. Ya nadie me sonríe así, ni nadie nos abraza por detrás. 
Quiero pensar que tenías una razón, de esas que nunca hemos necesitado. O de esas que nos inventábamos cuando queríamos naufragar. Me encantaba pensar que tenías los ojos más bonitos del mundo y que eran míos. Me gustaba que inventáramos razones, que después tirábamos, para gastar los días juntos. Y los años. Y las vidas. Y que te ahogaras en mis ojos. Y buscaras en mi boca el oxígeno que también nos inventábamos necesitar.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Other days...




Llevaba horas sentada en la silla de la cocina. Estaba aburrida y aún no había recogido los platos de la comida. Había trozos de pizza mordisqueados por todas partes, coca-cola caliente, y una lata de sardinas. Hacía un día muy feo, de esos que ni llueve, ni sale el sol, hay nubes... pero no tienen ni color. Una mierda de día, vamos. 
Tocaron al porterillo y me levanté a ver quién coño era. Yo no esperaba a nadie, ni quería ver a nadie. 
- Abre. -me dijeron. Y yo, no sé por qué, obedecí sin pensarlo. En uno de esos gestos automáticos que no sabía si me arrepentiría después. 
Pasados dos minutos -el tiempo de recorrer el portal y del ascensor al cuarto piso- estaban aporreando la puerta de mi casa. 
Eso me cabreó, y la abrí sin aún mirar quién era. 
Tenía delante a la persona que menos esperaba encontrarme en los últimos diez años, y menos, muchísimo menos, en la puta puerta de mi casa. 
- Tú qué coño haces aquí? -Le pregunté entre flipando y cabreada.
- Pasaba por aquí y he pensado que quizás te podría apetecer una de esas de antes. No sé, un poco por rememorar aquellos años, no? Puedo pasar? -me preguntó mientras me empujaba a la vez que yo me echaba a un lado.
Yo no le contesté, seguía flipando y debatiendo si me arrepentía del impulso de haberle abierto la puerta a un desconocido cuando me agarró por la cintura y me dio la vuelta. Le pegué. Le empujé muy fuerte y se golpeó la cabeza con el típico mueble que hay encima del fregadero en el que se guardan los platos. Me miró aturdido y se volvió a acercar a mí. Le mantuve la mirada un rato desafiante mientras pensaba. 
Y por qué no? No sabía dónde se había metido... Ni si podría salir.
Lo aparté otra vez y me dirigí a la puerta. Eché la llave y me la guardé. Fui hasta él y lo agarré de la camiseta para que viniera conmigo. 
Lo tiré al sofá. Estaba muy enfadada con él. No sabía qué coño hacía allí pero lo odiaba. Quería destrozarlo. 
Le arranqué la camiseta sin quitarle el ojo de encima. Él también me miraba fijamente, y se dejó hacer sin oponer resistencia. Jodido cabrón... Y lo volvía a hacer, tras diez años eso no había cambiado. Me tragaban los putos pozos negros que tenía por ojos, estaba sumergiéndome en ellos y sabía que no debía hacerlo, que ya sabíamos lo que pasaba después. Le giré la cara de un manotazo y él, siguió inmóvil.
Me subí encima de él y le mordí el cuello. Quería arrancárselo también. No sabía dónde se había metido... No debería haber vuelto a aparecer.
Él intentó mirarme y le puse la mano bloqueándole el cuello. No volvió a intentarlo. Le quité el resto de la ropa y le até la camiseta a la cara. Me daba igual si se ahogaba. Le volví a morder más fuerte aún y él me agarró. Le quité las manos y le susurré un "no".
Me quité los putos pantalones de basket que alguien se había dejado en casa y, desde entonces, yo usaba y los tiré al suelo. Me subí a él otra vez y le agarré por el cuello. Le clavé las uñas todo lo que pude porque no tenía muchas y quería hacerle daño. Él no se quejó. Estaba duro y yo lo sabía. Le escupí. Yo no lo necesitaba...
- Qué coño haces aquí? -le dije.
E hice que entrara. Quería destrozarlo desde que lo vi en la puta puerta. Con su cara de tonto, con su porro en la mano, con el mechero en la otra y su pelo mal peinado. 
Despacito, fui bajando. Él seguía mirando a otro lado, con mis escasas uñas marcadas, y su camiseta atada. Me moví un par de veces, y noté cómo se estremecía y se contenía para no decir nada. Lo hice aún más fuerte, pero jodidamente despacio. Sentí su respiración entrecortada y la camiseta un poco mojada por su boca ahogada. Me volví loca, joder. Quería hacerle daño, quería maltratarlo. Le agarré del pelo despeinándolo del todo y empecé a moverme cada vez más rápido y con más rabia. 
Yo le clavaba los dedos en cualquier parte, -que se jodiera si le dolía-pensaba, y él aceleraba su respiración y se movía a mi paso. Seguía mi ritmo con su cuerpo y nos acompasábamos. Me harté de verle la puta cara liada en una camiseta contra el respaldo del sofá y fui a darme la vuelta. Paré un momento para robarle el porro y darle una calada. Le levanté un poco la camiseta y le eché su humo en la cara, en la parte de boca que se le veía, más bien. Sabía que sus labios me pedían algo, pero lo llene de humo y lo tapé. Me terminé de dar la vuelta... Hice lo que me dio la gana. Qué más da? De vez en cuando le empujaba, sólo por molestarle, y le escupía, y seguía cabalgando. Me creí amazonas en mi sofá azul. Subía y bajaba, a veces tan rápido que él mismo me llegó a decir que lo estaba destrozando. Me daba igual, a mí me gustaba, y seguía en mi efímero éxtasis de locura. Era lo que buscaba. Quería joderlo, que se arrepintiera él de haber llamado a mi puerta, no de yo haberle abierto.
Él jadeaba, le tenía las muñecas agarradas y lo embestía con ganas. A veces se quejaba entre gritos ahogados, y hacía ademán de mover los brazos, para agarrarme, para quitarme... no lo sé, pero yo estaba encima y sabía bien aprovechar mi ventaja. 
Paré otra vez para fumar, y ésta vez, le puse su porro en la boca a él también. Y esperé a que expulsara el humo. Después lo tiré al sofá tumbado y le levanté la camiseta un poco. Sólo le dejé los ojos atados. No quería vérselos nunca más, me prometí diez años atrás... Él se dejaba. Respiraba agitado y jadeaba. Me puse en su boca y lo dejé. Mientras seguí buscando caladas... Expulsaba el humo despacio entre jadeos yo también. Me hacía sentir una diosa, no sé si por su boca o por mi fumada, pero me gustaba. Tiré la chusta por ahí y me quité. Le volví a escupir y él me suplicó algo. Le volví a susurrar un "no" despacito, lo senté y subí. Quería terminar. Lo sacudí con todas mis fuerzas, más y más fuerte, más y más rápido... No paré hasta que terminé. Él gemía y se ahogaba, y yo, le puse la mano en la cara. Sin más. 
Me levanté, fui a buscar tabaco, comida y un vaso de coca-cola, y con mi pelo revuelto y mi cara de cansada, me senté a liar.
Él se quitó la camiseta de la cara y se echó agua. Yo me limpié con su puta camiseta y se volvió a acercar a mi. Le quité la cara. 
- Te apetecen sardinas? -le solté, acercándole la lata. Y le di un trago a mi coca-cola caliente.
Me miró, esta vez sin la camiseta atada, y le bajé la mirada. Me tenía desquiciada. Y claro, se puso a comerse las putas sardinas.








.

Again.

Cambié mis cafés con leche caliente por cervezas bien frías.
Y las historias demasiado extrañas por cuentos del día a día.

Le sonreí a tiempo y él, como siempre, me guiñó un ojo.
Nunca me dejaba perder. No soportaba tener cuentas pendientes conmigo. 





miércoles, 18 de septiembre de 2013

Estaba perdiendo la cabeza. Y las ganas de más. Ya nos habíamos ido pero necesitabábamos un alma detrás. Las habíamos tirado a la basura junto a la autoridad. Recuerdo que vaciamos por el fregadero las historias derretidas y las botellas sin gas. El suelo se tambaleaba a mis pasos y a ti, recuerdo, te mareaba. Llegábamos a las tantas a casa y hasta la polla. Solo sabíamos gritar y hacíamos a todo temblar. Las paredes se nos caían encima y no queríamos nunca saber el final. Tú te ponías a fumar. Y envuelto en el jodido humo blanco eras capaz de mucho más. Siempre igual. 


Alone and drunk.

Me fui a la cama muy borracha. Llevaba horas bebiendo y escribiendo, y ahora todo me daba vueltas. Todo era muy confuso para mí, o era yo la que ya estaba confundida. En realidad, me daba igual. Estaba mareada y eché el ancla a la cama para poder dormir. Aunque, como siempre, no sirvió de nada... 
Te eché más de menos que otra cosa. Te di vueltas, conmigo, con mi ciego y mis ganas.
No sabía en que momento había empezado a estar así, pero llevaba en el cuerpo más alcohol de la cuenta y más ratos de penas ahogadas de los que debiera.
Yo solo quería ya poder dormir. Que se me pasaran los mareos, las vueltas y las tonterías... Así que le eché dos huevos, me tumbé en la cama y esperé. 
Realmente te esperaba a ti, que llegaras, que me abrazaras, que me dieras un beso y que te acostaras. Pero no llegaste nunca, y en algún momento... me quede dormida. 




Esperándote.

Remind me.




En esos tiempos todo era muy diferente. Siempre me sentía fuera de lugar pero tampoco sabía que hacer. La verdad es que me daba igual. Iba por la calle buscando un café y me crucé con una compañera de clase que me empezó a contar mil historias.
- Pues tía, mañana tengo un examen y necesito aprobarlo pero creo que voy a suspender porque ahora me he peleado con el David, sabes? Porque le dije que me acompañara a la cena de trabajo de mi padre y prefirió irse de cervezas que venir conmigo y, claro, no me parece bien porque yo soy su novia y... Bla bla bla. 

Era repelente. Yo la escuchaba a medias, asentía, sonreía y cuando me ponía mala cara, la ponía yo también para que no se sintiera fuera de lugar. Ella siguió contándome sus cuentos para no dormir y yo, pensaba en los míos. Pensé dónde tenía el tabaco y las boquillas. Me fui sacando los instrumentos y me hice un cigarrito para asimilar mejor lo que me decía...

- Quieres? -le dije.

- Sí tía, porque es que estoy que.. - Y más bla bla bla. Joder, cállate ya.

Le pasé lo necesario para que fumara y seguí en mis movidas. De vez en cuando le decía "sí..." o "claro, tía" pero ella no sabía que estaba hablando con un cuerpo sin vida. Y ella seguía. No acababa nunca... 

Me daban igual las tardes mojadas o las miradas frías. Ya no me importaban mis sueños de cría. Ni me inquietaba pensar que seguro que no estarías...

Le di un calo despacio y la miré a los ojos. Le eché el humo en la cara, despacio también. Saboreándolo. Me quitó la mirada y me siguió ladrando historias a medias.

Días congelados en el tiempo, y noches calientes o calentadas por palabras sucias. O ensuciadas.
Escuchaba la ciudad jodida. Los motores de los coches rugían y mi alma dormía. Mi mente estaba muy lejos... No logro recordar dónde coño se fue. Al verde de tus ojos o a mi marihuana de indoor. A tus torpes manos o a mis castillos colgando en el aire. Quizás solo volaba... Pero ése era mi cuerpo, el que planeaba por las aceras y aterrizaba de golpe cuando algún coche enfadado aporreaba el claxon.

Olía más que nunca a pescado muerto en el río, y me recordó a ese día en la playa, escondidos detrás de las rocas con la excusa de ir a echar fotos. Comiéndonos a besos y mordiéndonos los cuerpos. Borrachos y sin dormir, tirándonos a la arena cuando la cosa se ponía más seria. Y haciéndonos los locos si se asomaba algún curioso. Me acuerdo que nos bañamos todos desnudos en esa playa, con más alcohol en el cuerpo del que podíamos soportar y nos tapábamos con las toallas cuando pasaba algún niño perdido o algún viejete despistado. O que se hacía el despistado para poder observar...
Huíamos de la gente y nos peleábamos en el agua. No teníamos vergüenza. Yo tiraba mis tacones a la arena y los cambiaba por sus vaqueros, o por las gafas de sol de alguno de ellos.
Salíamos corriendo por la orilla, desnudos y locos. Voceando tonterías y riéndonos a gritos. Nos chocábamos, caíamos y nos mareabamos hasta sentirnos mal. Entonces íbamos al agua otra vez. Yo perdí mi vestido y estube rebuscándolo por las rocas en sujetador y sin bragas. Él vino a ayudarme y nos volvimos a perder en la pequeña cueva que había en la otra parte de la playa. Me quitó el sujetador, me agarró por la cintura y nos pusimos a bailar. Y nos caímos al suelo. Mareados y borrachos rodamos a la orilla y alguien nos vió. Pero nos levantamos y seguimos bailando. Se unieron los demás y finalmente, apareció mi vestido. Estaba sucio y olía a fiesta y alcohol. Alguien se lo probó y todos reímos aún más. Yo estaba liada en la toalla de alguien y jugamos un todos contra todos en el agua. Nos mareamos con el vaivén de las olas y perdí la toalla. Y volvimos a bailar para encontrarla. 
Él se acercó a mí mientras todos estaban inmersos en sus bailes particulares de carnaval y nos fuimos a la orilla a fumar. Se hizo un porro y nos lo empezamos a pasar. A veces nos levantábamos a bailar o a cantar, ebrios de besos y borrachos de placer o alcohol. Nos regalábamos historias y algún que otro achuchón. De vez en cuando, alguno se acercaba, nos salpicaba agua y avergonzado se tapaba. Yo les tiraba piedras y me protegía, por si me daban. Hacíamos el pino, corríamos desnudos por la playa mojados y embarruznados en arena e inventábamos bailes. Nos reíamos. A veces nos dormíamos. Éramos felices. Todos locos y muy borrachos. Mareados de felicidad...

Joder, qué buenos tiempos. Y yo allí, haciendo cómo que escuchaba los cuentos sin futuro que me contaba ésta...

Le volví a asentir. Sí... Claro. Claro que sí. Una tímida sonrisa asomó por mi rostro y creo que la vió. Y también creo que no era el momento de sonreír según su puta historia. 

Éramos adictos a la cafeína y al olor del estrés. A los madrugones por las tardes y al noctambulismo como forma de ser. Sólo bailábamos, todo nos daba igual. No nos importaba que no sonara música o que no entendieran qué celebráramos. 

También me acordé de un día en el antiguo piso, tirados en el sofá goteando cerveza por la esquina de la mesa. Riendo chistes malos y jodiendo el orden. Fumando como si fuera la última vez y con unos colocones llenos de placer... Yo iba pasadísima y recuerdo hacer vídeos y vídeos. Y olvidarme de que estaba grabando. Y reír. Y después encontrarme los vídeos. Y beber cerveza francesa. Esa que venía en los botellines pequeños y tenía un nombre raro. Algo así como Kellenger... Nos contábamos anécdotas muy, muy extrañas, como si fueran reales. Hacía muchísimo frío y todos llevábamos gorros y sudadera. Y no parábamos de reír. Me acuerdo, también, que hubo un momento que me quedé sola, no recuerdo si porque fui al baño, o porque el resto fue a algún sitio, y grabé un vídeo hablando de nada. Acabábamos de llegar al piso, y sólo teníamos cerveza, los altavoces sonando muy fuerte y algo de salchichón. Otra vez estábamos todos en el sofá, fumando sin parar, bebiendo cerveza de esa, y comiendo salchichón para apaciguar... De vez en cuando alguien cantaba a gritos o hacía sonidos raros. Allí erámos muy felices también. Nos mirábamos a los ojos en silencio y nos sonreíamos. Éramos una familia. Jóvenes y muy despistados. Sólo queríamos disfrutar y todo nos daba igual. Comíamos salchichón como si fuera un manjar. Nos tirábamos las tripas y nos perseguíamos por el piso... A veces tropezábamos porque íbamos muy volados. Y nos reíamos a voces o cantando. Nos tirábamos unos encima de otros en el sofá. Aplastados y muy colocados. Hasta que se rompió una tablilla y todos nos acojonamos. Ese día entró alguien al piso que no sé qué buscaría, pero no lo encontró. Nos preguntó un par de cosas, y nosotros, que no sabíamos ni hablar, no sé qué le diríamos tampoco, pero se fue asustado y pidiendo perdón. Cuando cerró la puerta todos brindamos. Por la compañía, por nada, por nosotros, por el día... Y nos pusimos a cantar como locos en el balcón y a derramar más cerveza por todas las esquinas de la mesa. Éramos jodidamente felices y estábamos muy locos y perdidos.
Las cosas eran muy diferentes entonces. 

La chica de mi clase, aunque yo ya la había olvidado, seguía contándome más y más cuentos. Y yo ya no sabía cómo decirle que no la quería escuchar. O que no la estaba escuchando. Que se callara, que me dejara. Que quería sonreír y me estaba jodiendo...

El cómputo del total de los meses que estube allí no cuadraba con el de los recuerdos que yo conservaba. Pero también me daba igual. Sabía que había sido muy feliz. 

No teníamos miedo a nada y derrochábamos momentos llenos de buenas y malas ideas. Qué tiempos... Joder.

A veces hablábamos de historias viejas. Cuando empezamos a conocernos y algunos no hacíamos las cosas bien. Nos poníamos melancólicos y recordábamos cuando aún no bailábamos sin música y cuando necesitábamos razones para brindar. Y se nos contagiaba la felicidad...

Siempre igual. 
"Estás deseando irte pa volver" -rezaba nuestra bandera-.

Ya no pude soportar el murmullo más, y la mandé callar. 
- Calla, puta, que se me pasa la hora del café aquí de pie. Me voy. No te preocupes, eh? Que todo irá bien.

Ella me miró. 
Me sonrió... Me dio las gracias, y por fin, también se largó.






martes, 17 de septiembre de 2013




Ayer en el río me acordé de ti, enfadado, liándote un porro, hablándome de tus cosas, con tus ojos verdes perdidos y haciendo que me perdiera en ellos yo también...
A veces cuando me hablas, intento escucharte con todas mis fuerzas, pero termino perdida en el fondo de esos ojos tuyos insondables. 

Y no sé qué coño me dices.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Online.

Y allí estábamos los dos, escondidos en la distancia y dándonos placer. A todo el mundo le daba igual todo. Era un mundo sin complejos, falso, irreal, pero muy sincero. Todos estábamos allí por lo mismo, y rara vez alguien intentaba engañar. Nos buscábamos unos a otros y no había normas, oficio ni beneficio. Cada uno hacía lo que le apetecía... No existían las cohibiciones, y por eso era un mundo tan loco. Todos estábamos fuera de control. Vivíamos jodidamente descontrolados.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

"Fuck everyone" - She said.

Leer en mi cuarto con una sudadera puesta en diciembre y un cigarro humeando en la mano. La cabeza bombeando y la vida consumiéndose despacio... Bajar al parque y buscar mi sitio. Llorar por esa puta. Reír por las noches con mis hermanos. Entre calada y calada, alguna historia o muchas lágrimas. Salir temprano y días largos. Llegar a casa hasta los huevos. Mirar por la ventana y sonreír tranquila. Todo está bien. Ponerme a escribir y que no salga nada. Que me coman los marrones y escapar volando. Chanclas por el día y caminar cavilando. Huir con prisas. Estremecerme con su tacto. Como sonar el despertador y pegarle una hostia para callarlo. Susurrar al viento y escuchar sus miedos. Reír por lo bajo. Terminar el día y querer matarlo. Volver a casa morada mirándome los pies asqueada. Que le jodan a ese hijo de puta. Estar cabreada y gritarle al mar que me da igual con quién pueda contar. Arrepentirme al instante. Follar sin ganas. Hasta la polla de tanto capullo. Ver a algún gilipollas envuelto en humo. Que me duela la cabeza e irme a la cama a rezar. Que estemos bien, que todo marche, que no hay miedo y que busquemos la siguiente oportunidad. Dormir poco y estar de mal humor. Que me baje la regla y me joda el día.
Que le jodan al mundo mientras yo sonría...


martes, 10 de septiembre de 2013

“Coffee with milk, please.”

Entró desorientado. 

Su chaqueta beige, sus pantalones de pinza del mismo color y su sombrero de ala corta me decían que no traería nada bueno. Aún así le dejé pasar y le señalé un asiento. Iba vestido de camuflaje caro, con accesorios de profesional y una mala historia detrás.

Se sentó en la mesa del fondo, la que está cerca de la carretera y en la que nadie podría escuchar sus problemas. Sacó el periódico del día y pidió café. Pero, malditas mis ideas, que yo sabía que a leer no venía. Se puso unas gafas de sol, de esas que te tapan la mirada y te esconden de la gente... Tanto él como yo, sabíamos que a esa mesa le quedaban escasos minutos de débil sol. 

Le trajeron el café, y yo no paré de observarlo escondido en su periódico del revés y en sus gafas caras de aviador. Vio que lo observaba y se puso nervioso. Se apresuró a darle la vuelta al papel y hacer cómo que se indignaba. Cuando yo sabía que se desmoronaba...

Yo tenía la cara destapada y el sol me pegaba de frente, por lo que a mí me podía estar leyendo hasta el último pensamiento que pasara por mi mente. Pero él me apartaba el reflejo de sus gafas.

No pasaron muchos minutos hasta que algo apareció por debajo de sus jodidas gafas y brilló en su mejilla. Me llamó la atención. Sabía a lo que venía, y también sabía que no era nada bueno. Desde que vi su puto café humeante, sus gafas caras, su barba despeinada... Y el periódico del revés.
Solo quería un sitio tranquilo para desahogar, y yo, no le paraba de mirar. 

A esa lágrima le siguieron mil más, en silencio. Él solo se fijaba en el periódico y disimulaba su malestar. Y no me pude aguantar. 
Agarré mi bolso y mi café y me senté con él. 

- ¿Qué le falta? - pregunté. 

- No me hables de usted. No lo sé. No sé si una mujer, un buen hogar o un rato de soledad. No sé si alguien que pueda leer mis problemas a través de mis gafas, o alguien que no se dé cuenta de nada. No sé si una cartera llena o tener la cabeza vacía. Quizás un poco de decisión, o mil ratos como éste. No sé si una rubia desconocida... o que me quiera conocer. Me sobra ropa cara, coches feos, y dinero malgastado. Me sobran las lágrimas y me falta esperanza. Me falta un vaso con hielos y buena compañía. Me sobran viejas historias y me faltan ilusiones nuevas. Me faltan sonrisas y me sobran decepciones. Me faltan cafés contigo y me sobran noches con putas. Me sobran sueños jodidos por realidades y me falta tu puta sonrisa por la mañana. Me faltan ganas y me sobra valor. Me sobran putadas y me falta alguna mirada. Me faltas tú. Me falta tiempo y me sobran historias. 

Seguimos hablando un rato mientras su cara seguían recorriéndola lágrimas silenciosas. En algún momento se quitó las gafas y, por solo un segundo, me sostuvo la mirada. Me dio repetidas veces las gracias y se levantó. Se limpió la cara con mis Kleenex, dejó diez euros en la mesa, me invitó al café y a un par de Donuts y se largó.






domingo, 8 de septiembre de 2013

Everything is alright.

Conozco el pecado porque soy pecadora. Y conozco tus historias, porque yo también las he contado.

Tardes mareando cafés, noches removiendo historias y mañanas rebuscando besos entre almohadas desconocidas.

Nada es lo que parece, y aún así sigo persiguiendote en callejones perdidos de alguna extraña ciudad. Mientras tú me esquivas, o te paras en seco para que te abrace por detrás.



Un "no hay huevos", algunos papeles... y un año nuevo.

Horas mojadas por la lluvia y minutos destrozados por las prisas. "No hay un tú, si no existe un nosotros", eso tenlo claro, pensaba. Siempre quedará un él... escondido en alguna parte de mi viejo o renovado ser.

Días vagando por una ciudad con forma de cuna, incompleta... Pero muy antigua.
Y meses saciados por penas y movidas. 

Siento miradas clavadas en mi nuca, y otras que se agachan al cruzarse con la mía.

Momentos rotos y carreras perdidas. Promesas al aire y ojos caídos. 

Meto "all-ines" a modo de ciega sin ver ni mis cartas, ni el flop. Tampoco quiero verlas, presiento que serán buenas.

Y me da igual.

Quiero doblarme o perderlo todo y quedarme tranquila. Juego un "todo o nada" constante. Me arriesgo cuando puedo y no meto nada cuando sé que lo llevo. Todo al contrario y no hay sitio, ni para mí, ni para tus putas o putadas. 
Noches suicidas y días largos. 

En los que ni las puñaladas de la pared clavadas en mi espalda cuando me arrinconabas me dañaban ni la piel, ni el aura.



Sabía lo que vendría después en el mismo momento en que me quitaste la colilla de mi mano y la tiraste al sucio agua del cenicero improvisado. Lo que nadie me contó, ni tú me advertiste eran las dudas de después. Dudas que brillaban por su ausencia cuando agarraste la colilla; creo, que sin pensarlo. Dudas que nos devorarían la mente y nos joderían el día... Y la noche.

Todo se puede arreglar cuando tienes un buen sastre y la tela no es mala. Aún así, no hubo siniestro total, fue un accidente como todos los demás. Siempre quedaría una buena pasta por pagar y el trabajo bien hecho podría estar. Pero yo soy pobre, y tampoco me gusta malgastar.

El sol me pega en los hombros, pero es demasiado débil para echarme de aquí. Tampoco me quiero ir, yo solo quería escribir. O al menos, intentarlo.

Que los yogures no caducan, me decía siempre mi madre. Pero es que hasta los Mac tienen su año de obsolescencia indicado. Y ahora pienso que sí que tenía ella razón, cuando echo la vista atrás y veo días que por tiempo que pase, ni han muerto, ni me han sentado mal.

Me lio un cigarro tras otro, no encuentro mi lugar. Me refugio en una ciudad vieja y perdida, en la que yo misma le puse fecha de caducidad diez años atrás, y ahora planteo volverla a disfrutar, cambiarle la fecha y reenviarla al mercado disfrazada de novedad. O volver el tiempo atrás. Pero no sé si se podrá, o si yo seré capaz... menos mal.



Ahora empezaba a esconderse el sol y había olvidado mi típica sudadera en el bolso. Me estaba entrando frío, pero no tenía ganas de irme a casa. Tampoco tenía nada que hacer. Esperar y esperar. 

Siempre igual.

Gastando el tiempo y riendome cuando acababa... Siempre me guiñaba un ojo y podía darle al botón de cancelar.

Las mismas canciones una y otra vez. Con la misma melodía tatuada a mi mente y las mismas letras en inglés destrozándome por dentro. Pensé que en algún momento podría aborrecerlas. Pero no soy así.

Me desperté pensando en su descuidada barba y su pelo despeinado -prefería verlo así- cavilando sobre recuerdos jodidos por sus brutas palabras al terminar. Su escasa sutileza y su exceso de sinceridad. 

Qué te puedo prometer? Me preguntaba a mí misma cada vez. Y la respuesta también era la misma. No lo sé. Yo no contaba con que el verde de sus ojos me fuera infiel...

Lo que no perdona y siempre sorprende es la batería de mi jodido móvil... que me enviaba a casa directa en busca de un enchufe y una pared... 

Me da igual, siempre quedarán mis innumerables cigarrillos de liar, mis historias en la cabeza y algún puto dios al que rezar. Que me encontraras aquí, que me vinieras a buscar... Que tú sabes donde podría estar. 

Una tarde más.





viernes, 6 de septiembre de 2013

That.




Un sinsabor constante, un intentar encontrarme y un no buscarte.

Vagar entre el puto humo que expulso de mis cigarrillos y otras cosas. 
Envuelta en mis historias, en mis putas movidas.
Dándole vueltas a todo y a nada. Pensando en humo.

Es raro, me siento...

Necesito tiempo para mí.

lcybeqñicun

Estoy rota. 
Hoy es uno de esos días en los que ni las palabras brotan, ni mi mano escribe. En los que hubiera preferido estar en cualquier otro lugar y momento. Quizás con él... o mejor sola. Me gustaría poder escribir en diez minutos lo que en diez años no he sabido hilar.
Hoy la verdad calla y mi corazón llora. Siento que mi cuerpo se estremece mientras lo recorren un millón de sensaciones. Estrangulo al tiempo y me ato a su cama. Persigo las ganas que te tengo y el reloj me roba. 
Buscaré tu mano agarrando mi cadera en una ciudad vacía. Y, tal vez la encuentre, pero sabré que no es lo que debíamos hacer. Aunque la ciudad ya no sea fría, ni nosotros desprendamos ese calor. En uno de esos días en los que los recuerdos me comen y las ganas me matan.
Quizás despierte sola, pero esta noche pienso soñar acompañada. No te quiero soltar la mano, no me da la gana, ya ajustaré las cuentas con mi despertador por la mañana. 
Hoy quiero llenar mi calendario de tardes mojadas por la lluvia y noches de pasión, pero me da miedo perder el control.







 “Quién habla del amor? Yo tengo frío
           y quiero ser diciembre.”
                                              Luis G. Montero.


jueves, 5 de septiembre de 2013

Tus putas ganas y mis jodidas dudas.

Me rompen por dentro.
Es como esa comida que sabes que no debes comer, que te va a sentar mal, que vas a enfermar. No era justo para ninguno de los tres. Ni ella debía soportarlo, ni él lidiar con ello y yo, no quería estar en medio.
Yo quería alejarme, lo juro, pero no ha habido año que no haya pensado que seguro que no era un capullo, aún así, casi siempre ganaba mi orgullo.
Me dejé llevar, que las cosas fluyeran, igual no era más que una mentira maquillada de sábado noche, un espejismo de miradas perdidas que creímos encontradas. Pero el asfalto de nuestra vieja ciudad aún conservaba las huellas de cada paseo que di cruzándola para buscarte. Cada banco de ese parque me ha visto consumir incontables colillas envuelta en humo alargando la espera. Estirando el tiempo y acortando mi paciencia.
Yo no quería hacer daño, pero tampoco dañarme a mí. Mi corazón gemía tinta por la boca mientras escupía las culpables palabras que reflejaban tu cara. Y yo sólo buscaba días nublados como excusa para no tener que salir de la cama, y bebernos hasta la siguiente semana.
Tus ojos callaban lo que los míos gritaban, esas cosas que nunca te dije, pero sabes.
Ahora atisbo tus jodidas dudas en el verde de tus ojos. Y me consumen por dentro. Yo sé que perdiste las ganas para convertirlas en dudas.





Perdí la cuenta de las veces que te he visto dubitativo. Sé que tus manos no estaban perdidas cuando rodeaban mi cintura aludiendo azar, sé que tu boca no se orientaba a la mía por casualidad, perdí la cuenta de las veces que te he querido robar un beso y me he encontrado que no estás.

Me da vértigo el verde de tus ojos y el doble fondo de tu mirada. Me arruinan los eternos kilómetros que recorro buscándote para encontrarte con ella. Pero persigo tu sonrisa a la vez que me pierdo en los callejones de la ciudad y me voy hundiendo en humeantes alcantarillas olvidadas...

Tus ojos me son tan familiares, como desconocidos. Pero en el punto muerto de esta encrucijada solo reconozco una cosa, y sé que ahora te comerán tus putas dudas... y a mí, mis jodidas ganas.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

None. This is España. 444





Vidas vacías.


Avenidas repletas de gente. Transeúntes que van y vienen, conducen, entran a locales, beben cerveza, cogen el autobús, pasean...

Con las mentes en blanco. Una panda de títeres sintonizados en una frecuencia gris, un canal gris, de esos que no muestran más que puntitos desordenados, vibrantes. Obedecen.

Obedecen a la señal. Se dejan guiar ciegos; de luz, de criterio, de valores. Siguen a la luz del final del túnel aunque ni sepan qué hay después. Se tiende a buscar la luz que ya está encendida y no se plantean crear una luz en la oscuridad. Quieren salir a toda costa. Nadie ve que las respuestas están escondidas en la oscuridad. Que solo tienes que recorrer a oscuras. Que tenemos que chocarnos, caernos y levantarnos. Y solo así se encuentra criterio. De por qué salto aquí o por qué giro allá. Porque tú, que te has caído, sabes que ahí está la piedra. Sabes que ese no es el camino. Absorben órdenes implícitas en fraudulentos panfletos, carteles, textos... Van vacíos, y aún ciegos en la luz, no se chocan. Los conducen, los guían. 

Ellos se quejan ante pequeñas leyes, estatutos o tonterías. Creen que no se dejan engañar porque tienen "voz" y "voto", que son más listos que cualquiera de sus gobernantes. Y no se dan cuenta de que es el paradigma en el que están envueltos el que ya es una mentira en sí, en el que están atrapados y ni ellos mismos lo saben. Y mucho menos van a escapar. Son pequeños Truman viviendo un gran show. 

Como Muñoz-Torres explica en su texto "Objetividad y verdad", hay cosas que tienen un carácter axiomático per se, nadie las cuestiona. Se limitan a indignarse y quejarse por ellas, y se creen la inteligencia en persona.

Todos opinan, hablan, ladran,... Y no tienen ni puta idea.

A todos les gusta quejarse y no hacer nada. Reírse y ni saber por qué. Votar y ni saber a qué. Manifestarse muy de derechas o izquierdas y ni saber qué defienden (y por supuesto, ni la historia, ni la repercusión que han tenido en España unos y otros). Jovencitos animando a un equipo de fútbol que ni saben por qué ese y no el "contrario". Dar opiniones bien vistas socialmente y ni entender el trasfondo del asunto. Hablar, hablar y hablar.

"Es que España está llena de Ni-nis", "Es que los perrosflautas, con los perros y las flautas", "Es que tengo un profesor que da sus opiniones en clase y nos condiciona", "Es que ahora todos los niños fumando porros", "Es que...".

Callaos la puta boca, queridos españoles.

Seguir ese flujo social que todo lo conduce. Que todo lo lleva por el buen camino. Por donde van todos. Obedecen por donde se diga que se va. 

No ven más allá. Se quiere reducir todo. Todo etiquetado y encasillado. 

Se ponen etiquetas que ni se sabe qué representan. Se ladra por ladrar. 

Vivimos en un país en el que una gran parte del esfuerzo colectivo se destina en la ciencia, creando teorías objetivas, demostrando científicamente todo lo demostrable; y en la que ella misma, es subjetiva.

Hemos creado una España enferma, contagiada por el virus de la ignorancia y el pasotismo.

En la que si "pasas del Whattsap" eres lo más precario, prehistórico y anti-tecnología del mundo; pero si pasas de interesarte por la literatura, por lo que votas, por fundamentar con razones lo que opinas, es lo más normal y encima, si lo haces, eres un puto friki. 
SEÑORES, YO PASO DE ESPAÑA Y DE LOS ESPAÑOLES.

En este país, hay que enseñar a pensar, tanto a los niños como a los adultos. Estimados españoles, en este país falta una educación que propicie la adquisición de valores y criterios propios. Huir de "la corriente del río que todo lo lleva, que todo lo arrastra", no dejarnos llevar por lo que ladren los demás. Dejar de quejarnos por las cosas que oímos que se quejan los demás sin tener ni puta idea. Porque otra cosa no tendremos, pero ni puta idea es lo que tiene este país de, no diré ineptos con titulaciones y trabajos, -y ya, ni eso- si no de ineptos viandantes urbanos. Ineptos para la vida. Ineptos para siquiera articular una frase con sentido.

Y aún así, en este texto erradica la propia crítica. Esos criterios del conocimiento, los valores y la verdad, son establecidos subjetivamente por nosotros mismos. Y la propia crítica la realizo yo, ¿Quién es entonces el que puede juzgar si lo "correcto" o "adecuado" es tener esos valores, y ese criterio propio de pensamiento que yo defiendo y no otros?

Pues bien, cómo todo en esta vida es subjetivo, como aprendí de Feyerabend, esta es mi subjección personal, por lo que lo juzgo yo. 

Y en este país de ineptos, SOBRA MUCHA BASURA.





Una utopía no puede entenderse si no está en la cabeza del que la escucha. Por que simplemente abarca razones que ni la otra persona es capaz de vislumbrar.













fuck capitalismo.