sábado, 30 de julio de 2011

L2A





Hoy me encuentro en estado normal. O a estas alturas.. qué es exactamente lo que considero normal? Enfin. Digamos que estoy recien levantada.


Intento recordar lo que hay fuera del cuarto. El camino, la salida, la puerta de la casa.
Estoy tan absorta en mi misma que no lo consigo. Intento recorrer la casa con la mente, ubicarme en el espacio, saber dónde estoy.
Pero es imposible, aún cuando he conseguido asomarme al pasillo mentalmente, no sé seguir. Veo a todos en el salón, los escucho, pero no soy consciente de mi situación. No me encuentro.


Fuí al servicio. Y fue mi perdición. Estube buscando el camino para volver durante horas, quizás solo fueron minutos, quizás ni siquiera estaba perdida realmente, quizás mi autómata rutina, ya conocida, me hizo volver en segundos. Pero se me hicieron horas. No encontraba el camino. No recordaba la casa. No sabía que forma tenía mi tabla. No sabía cómo era la nieve. No sabía cómo había llegado hasta allí. Si aquello era España o Francia. Si era verano o invierno. Si tenía calor o frío.


Sin embargo lejos de esas preocupaciones claramente mundanas, estaba disfrutando la mejor sensación. Me sentía a mi misma. Viva. Más viva que nunca. En tercera persona me percibiría inerte, pero en primera.. aquello era otra cosa.


Me despreocupa totalmente estar en verano o en Francia, que no sepa cómo he llegado hasta aquí o si sabré volver.Que todos hablen de tonterías y que nadie haga la comida. Me da igual.



Me fascinaba el cuerpo en movimiento, la velocidad con la que pensaba, los pliegues de las mantas en las que estabamos arropados y la luz de la manzanita de mi Mac Book Air que descansaba sobre la mesa mientras reproducía música al azar. Me fascinaba la vida. Las montañas que veía por las ventanas, la poca nieve que quedaba, el sonido del viento y la cantidad de nubes que amenazaban lluvia.



Permanecimos así bastante tiempo. Horas. Y de esto sí estoy segura. Hablando de la mañana, los trucos que se habían sacado, las ostias que se habían dado, que no-sé-quién le había corregido X a esta o a la otra, que me había subido en la percha con este o aquel, los trucos que se probarían al día siguiente, quién se duchaba primero, si se salía esa noche, qué se hacía por la tarde... Verdaderas tonterías. La conversación la hilaban 4 o 5, los otros nos limitabamos a sentir, a vivir.. y a decir tonterías.


En algún momento alguien se levantó e hizo patatas fritas. Lo que nunca se comía en casa. Y sin diferenciar de quién eran, todos comimos.


Acaba de haber un momento de tensión. Se ha perdido el mechero. Nos echamos la culpa entre todos. Que si los del tabaco no tienen cuidado, que si los de la yerba estamos colocaos y no nos acordamos dónde lo guardamos. Finalmente apareció y todo volvió a su cauce.


Estaba acurrucada con un colega con las mantas en el sofá. Me fascinaba. Su tacto y nuestra conversación.


Me cambié a mi cama, me tumbé. Estaba rendida. El día anterior me exploté, apenas había comido, y llevaba horas fumando.


Dejé de intentar ubicarme, de intentar buscar respuestas cuando no las había. Dejé de intentar mantener la compostura, de mantenerme viva. Y me dejé llevar. Y otra vez la pluma antigua revoloteando por mi mente, inquieta. Imposible pararla. Soltando tinta como loca, sin manchar, ya que ahora no la estaba intentando contener. 



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