sábado, 24 de septiembre de 2011

Se me pone el vello de punta


Cuando encerrada en mi habitación, sumida en la más maloliente mierda, escribiendo los versos mas pobres, sintiendo demasiadas cosas a la vez y sin velocidad suficiente para recogerlas todas y traspasarlas a palabras, llego a alguna conclusión de la que me sienta orgullosa.

Una conclusión de la que me felicito y digo, 'Bien, es tuya, se te acaba de ocurrir a ti, las horas que llevas escribiendo basura han merecido la pena'.

Y meses, días, años después, me doy cuenta que una persona X, en un sitio Y, ha llegado a la misma conclusión.
Pero, verdaderamente, lo que me pone el vello de punta es que lo haya expresado con las mismas palabras. Que no haya usado sinónimos, ni haya alterado el orden, que haya pensado lo mismo, igual.

Y además, que yo misma haya coincidido con esa persona en algún momento de mi vida. Que esa persona de cierta manera haya podido ser importante para mí en algún aspecto.

En este caso, un amor. De los que te queda ahí la espinita.
Y lo ves crecer, y ves que está más o menos guapo, que te gusta su madurez, que te gusta lo que hace, que lo espías a través de las redes sociales y recuerdas cuando erais pequeños. Y sabes que tiene la misma cara, la misma mirada.

Siempre pienso, y si en unos años coincidimos en algún otro lugar inesperado? Y si de mayores seguimos lo que empezamos como un juego de niños? Y me entretengo imaginando mi propia historia irreal.
No creo en el destino, pero sí en las casualidades. Y por qué no? Es una bonita casualidad que haya expresado tu misma conclusión con tus mismas palabras.

Si, todos podemos soñar. Pero no aspiro a tanto.
Ni siquiera soy capaz de soñar. Mis sueños son tan pobres como mis textos.

Me limito a fumar, a contemplar el humo, y entre calada y calada, alguna que otra lágrima. Eso sí, salada.





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