Dudé durante tres segundos, miraba alternativamente tus ojos y tus labios. No quería romper mis palabras, pero tampoco quería que me siguieran persiguiendo los recuerdos de la tortura de cada beso que te quise dar y no lo hice. De cada duda atacándome por dentro, preguntándome si eso eran sentimientos.
Y te besé, o mejor dicho, nos besamos.
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