martes, 10 de septiembre de 2013

“Coffee with milk, please.”

Entró desorientado. 

Su chaqueta beige, sus pantalones de pinza del mismo color y su sombrero de ala corta me decían que no traería nada bueno. Aún así le dejé pasar y le señalé un asiento. Iba vestido de camuflaje caro, con accesorios de profesional y una mala historia detrás.

Se sentó en la mesa del fondo, la que está cerca de la carretera y en la que nadie podría escuchar sus problemas. Sacó el periódico del día y pidió café. Pero, malditas mis ideas, que yo sabía que a leer no venía. Se puso unas gafas de sol, de esas que te tapan la mirada y te esconden de la gente... Tanto él como yo, sabíamos que a esa mesa le quedaban escasos minutos de débil sol. 

Le trajeron el café, y yo no paré de observarlo escondido en su periódico del revés y en sus gafas caras de aviador. Vio que lo observaba y se puso nervioso. Se apresuró a darle la vuelta al papel y hacer cómo que se indignaba. Cuando yo sabía que se desmoronaba...

Yo tenía la cara destapada y el sol me pegaba de frente, por lo que a mí me podía estar leyendo hasta el último pensamiento que pasara por mi mente. Pero él me apartaba el reflejo de sus gafas.

No pasaron muchos minutos hasta que algo apareció por debajo de sus jodidas gafas y brilló en su mejilla. Me llamó la atención. Sabía a lo que venía, y también sabía que no era nada bueno. Desde que vi su puto café humeante, sus gafas caras, su barba despeinada... Y el periódico del revés.
Solo quería un sitio tranquilo para desahogar, y yo, no le paraba de mirar. 

A esa lágrima le siguieron mil más, en silencio. Él solo se fijaba en el periódico y disimulaba su malestar. Y no me pude aguantar. 
Agarré mi bolso y mi café y me senté con él. 

- ¿Qué le falta? - pregunté. 

- No me hables de usted. No lo sé. No sé si una mujer, un buen hogar o un rato de soledad. No sé si alguien que pueda leer mis problemas a través de mis gafas, o alguien que no se dé cuenta de nada. No sé si una cartera llena o tener la cabeza vacía. Quizás un poco de decisión, o mil ratos como éste. No sé si una rubia desconocida... o que me quiera conocer. Me sobra ropa cara, coches feos, y dinero malgastado. Me sobran las lágrimas y me falta esperanza. Me falta un vaso con hielos y buena compañía. Me sobran viejas historias y me faltan ilusiones nuevas. Me faltan sonrisas y me sobran decepciones. Me faltan cafés contigo y me sobran noches con putas. Me sobran sueños jodidos por realidades y me falta tu puta sonrisa por la mañana. Me faltan ganas y me sobra valor. Me sobran putadas y me falta alguna mirada. Me faltas tú. Me falta tiempo y me sobran historias. 

Seguimos hablando un rato mientras su cara seguían recorriéndola lágrimas silenciosas. En algún momento se quitó las gafas y, por solo un segundo, me sostuvo la mirada. Me dio repetidas veces las gracias y se levantó. Se limpió la cara con mis Kleenex, dejó diez euros en la mesa, me invitó al café y a un par de Donuts y se largó.






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