miércoles, 18 de septiembre de 2013

Remind me.




En esos tiempos todo era muy diferente. Siempre me sentía fuera de lugar pero tampoco sabía que hacer. La verdad es que me daba igual. Iba por la calle buscando un café y me crucé con una compañera de clase que me empezó a contar mil historias.
- Pues tía, mañana tengo un examen y necesito aprobarlo pero creo que voy a suspender porque ahora me he peleado con el David, sabes? Porque le dije que me acompañara a la cena de trabajo de mi padre y prefirió irse de cervezas que venir conmigo y, claro, no me parece bien porque yo soy su novia y... Bla bla bla. 

Era repelente. Yo la escuchaba a medias, asentía, sonreía y cuando me ponía mala cara, la ponía yo también para que no se sintiera fuera de lugar. Ella siguió contándome sus cuentos para no dormir y yo, pensaba en los míos. Pensé dónde tenía el tabaco y las boquillas. Me fui sacando los instrumentos y me hice un cigarrito para asimilar mejor lo que me decía...

- Quieres? -le dije.

- Sí tía, porque es que estoy que.. - Y más bla bla bla. Joder, cállate ya.

Le pasé lo necesario para que fumara y seguí en mis movidas. De vez en cuando le decía "sí..." o "claro, tía" pero ella no sabía que estaba hablando con un cuerpo sin vida. Y ella seguía. No acababa nunca... 

Me daban igual las tardes mojadas o las miradas frías. Ya no me importaban mis sueños de cría. Ni me inquietaba pensar que seguro que no estarías...

Le di un calo despacio y la miré a los ojos. Le eché el humo en la cara, despacio también. Saboreándolo. Me quitó la mirada y me siguió ladrando historias a medias.

Días congelados en el tiempo, y noches calientes o calentadas por palabras sucias. O ensuciadas.
Escuchaba la ciudad jodida. Los motores de los coches rugían y mi alma dormía. Mi mente estaba muy lejos... No logro recordar dónde coño se fue. Al verde de tus ojos o a mi marihuana de indoor. A tus torpes manos o a mis castillos colgando en el aire. Quizás solo volaba... Pero ése era mi cuerpo, el que planeaba por las aceras y aterrizaba de golpe cuando algún coche enfadado aporreaba el claxon.

Olía más que nunca a pescado muerto en el río, y me recordó a ese día en la playa, escondidos detrás de las rocas con la excusa de ir a echar fotos. Comiéndonos a besos y mordiéndonos los cuerpos. Borrachos y sin dormir, tirándonos a la arena cuando la cosa se ponía más seria. Y haciéndonos los locos si se asomaba algún curioso. Me acuerdo que nos bañamos todos desnudos en esa playa, con más alcohol en el cuerpo del que podíamos soportar y nos tapábamos con las toallas cuando pasaba algún niño perdido o algún viejete despistado. O que se hacía el despistado para poder observar...
Huíamos de la gente y nos peleábamos en el agua. No teníamos vergüenza. Yo tiraba mis tacones a la arena y los cambiaba por sus vaqueros, o por las gafas de sol de alguno de ellos.
Salíamos corriendo por la orilla, desnudos y locos. Voceando tonterías y riéndonos a gritos. Nos chocábamos, caíamos y nos mareabamos hasta sentirnos mal. Entonces íbamos al agua otra vez. Yo perdí mi vestido y estube rebuscándolo por las rocas en sujetador y sin bragas. Él vino a ayudarme y nos volvimos a perder en la pequeña cueva que había en la otra parte de la playa. Me quitó el sujetador, me agarró por la cintura y nos pusimos a bailar. Y nos caímos al suelo. Mareados y borrachos rodamos a la orilla y alguien nos vió. Pero nos levantamos y seguimos bailando. Se unieron los demás y finalmente, apareció mi vestido. Estaba sucio y olía a fiesta y alcohol. Alguien se lo probó y todos reímos aún más. Yo estaba liada en la toalla de alguien y jugamos un todos contra todos en el agua. Nos mareamos con el vaivén de las olas y perdí la toalla. Y volvimos a bailar para encontrarla. 
Él se acercó a mí mientras todos estaban inmersos en sus bailes particulares de carnaval y nos fuimos a la orilla a fumar. Se hizo un porro y nos lo empezamos a pasar. A veces nos levantábamos a bailar o a cantar, ebrios de besos y borrachos de placer o alcohol. Nos regalábamos historias y algún que otro achuchón. De vez en cuando, alguno se acercaba, nos salpicaba agua y avergonzado se tapaba. Yo les tiraba piedras y me protegía, por si me daban. Hacíamos el pino, corríamos desnudos por la playa mojados y embarruznados en arena e inventábamos bailes. Nos reíamos. A veces nos dormíamos. Éramos felices. Todos locos y muy borrachos. Mareados de felicidad...

Joder, qué buenos tiempos. Y yo allí, haciendo cómo que escuchaba los cuentos sin futuro que me contaba ésta...

Le volví a asentir. Sí... Claro. Claro que sí. Una tímida sonrisa asomó por mi rostro y creo que la vió. Y también creo que no era el momento de sonreír según su puta historia. 

Éramos adictos a la cafeína y al olor del estrés. A los madrugones por las tardes y al noctambulismo como forma de ser. Sólo bailábamos, todo nos daba igual. No nos importaba que no sonara música o que no entendieran qué celebráramos. 

También me acordé de un día en el antiguo piso, tirados en el sofá goteando cerveza por la esquina de la mesa. Riendo chistes malos y jodiendo el orden. Fumando como si fuera la última vez y con unos colocones llenos de placer... Yo iba pasadísima y recuerdo hacer vídeos y vídeos. Y olvidarme de que estaba grabando. Y reír. Y después encontrarme los vídeos. Y beber cerveza francesa. Esa que venía en los botellines pequeños y tenía un nombre raro. Algo así como Kellenger... Nos contábamos anécdotas muy, muy extrañas, como si fueran reales. Hacía muchísimo frío y todos llevábamos gorros y sudadera. Y no parábamos de reír. Me acuerdo, también, que hubo un momento que me quedé sola, no recuerdo si porque fui al baño, o porque el resto fue a algún sitio, y grabé un vídeo hablando de nada. Acabábamos de llegar al piso, y sólo teníamos cerveza, los altavoces sonando muy fuerte y algo de salchichón. Otra vez estábamos todos en el sofá, fumando sin parar, bebiendo cerveza de esa, y comiendo salchichón para apaciguar... De vez en cuando alguien cantaba a gritos o hacía sonidos raros. Allí erámos muy felices también. Nos mirábamos a los ojos en silencio y nos sonreíamos. Éramos una familia. Jóvenes y muy despistados. Sólo queríamos disfrutar y todo nos daba igual. Comíamos salchichón como si fuera un manjar. Nos tirábamos las tripas y nos perseguíamos por el piso... A veces tropezábamos porque íbamos muy volados. Y nos reíamos a voces o cantando. Nos tirábamos unos encima de otros en el sofá. Aplastados y muy colocados. Hasta que se rompió una tablilla y todos nos acojonamos. Ese día entró alguien al piso que no sé qué buscaría, pero no lo encontró. Nos preguntó un par de cosas, y nosotros, que no sabíamos ni hablar, no sé qué le diríamos tampoco, pero se fue asustado y pidiendo perdón. Cuando cerró la puerta todos brindamos. Por la compañía, por nada, por nosotros, por el día... Y nos pusimos a cantar como locos en el balcón y a derramar más cerveza por todas las esquinas de la mesa. Éramos jodidamente felices y estábamos muy locos y perdidos.
Las cosas eran muy diferentes entonces. 

La chica de mi clase, aunque yo ya la había olvidado, seguía contándome más y más cuentos. Y yo ya no sabía cómo decirle que no la quería escuchar. O que no la estaba escuchando. Que se callara, que me dejara. Que quería sonreír y me estaba jodiendo...

El cómputo del total de los meses que estube allí no cuadraba con el de los recuerdos que yo conservaba. Pero también me daba igual. Sabía que había sido muy feliz. 

No teníamos miedo a nada y derrochábamos momentos llenos de buenas y malas ideas. Qué tiempos... Joder.

A veces hablábamos de historias viejas. Cuando empezamos a conocernos y algunos no hacíamos las cosas bien. Nos poníamos melancólicos y recordábamos cuando aún no bailábamos sin música y cuando necesitábamos razones para brindar. Y se nos contagiaba la felicidad...

Siempre igual. 
"Estás deseando irte pa volver" -rezaba nuestra bandera-.

Ya no pude soportar el murmullo más, y la mandé callar. 
- Calla, puta, que se me pasa la hora del café aquí de pie. Me voy. No te preocupes, eh? Que todo irá bien.

Ella me miró. 
Me sonrió... Me dio las gracias, y por fin, también se largó.






No hay comentarios:

Publicar un comentario