jueves, 19 de septiembre de 2013

Other days...




Llevaba horas sentada en la silla de la cocina. Estaba aburrida y aún no había recogido los platos de la comida. Había trozos de pizza mordisqueados por todas partes, coca-cola caliente, y una lata de sardinas. Hacía un día muy feo, de esos que ni llueve, ni sale el sol, hay nubes... pero no tienen ni color. Una mierda de día, vamos. 
Tocaron al porterillo y me levanté a ver quién coño era. Yo no esperaba a nadie, ni quería ver a nadie. 
- Abre. -me dijeron. Y yo, no sé por qué, obedecí sin pensarlo. En uno de esos gestos automáticos que no sabía si me arrepentiría después. 
Pasados dos minutos -el tiempo de recorrer el portal y del ascensor al cuarto piso- estaban aporreando la puerta de mi casa. 
Eso me cabreó, y la abrí sin aún mirar quién era. 
Tenía delante a la persona que menos esperaba encontrarme en los últimos diez años, y menos, muchísimo menos, en la puta puerta de mi casa. 
- Tú qué coño haces aquí? -Le pregunté entre flipando y cabreada.
- Pasaba por aquí y he pensado que quizás te podría apetecer una de esas de antes. No sé, un poco por rememorar aquellos años, no? Puedo pasar? -me preguntó mientras me empujaba a la vez que yo me echaba a un lado.
Yo no le contesté, seguía flipando y debatiendo si me arrepentía del impulso de haberle abierto la puerta a un desconocido cuando me agarró por la cintura y me dio la vuelta. Le pegué. Le empujé muy fuerte y se golpeó la cabeza con el típico mueble que hay encima del fregadero en el que se guardan los platos. Me miró aturdido y se volvió a acercar a mí. Le mantuve la mirada un rato desafiante mientras pensaba. 
Y por qué no? No sabía dónde se había metido... Ni si podría salir.
Lo aparté otra vez y me dirigí a la puerta. Eché la llave y me la guardé. Fui hasta él y lo agarré de la camiseta para que viniera conmigo. 
Lo tiré al sofá. Estaba muy enfadada con él. No sabía qué coño hacía allí pero lo odiaba. Quería destrozarlo. 
Le arranqué la camiseta sin quitarle el ojo de encima. Él también me miraba fijamente, y se dejó hacer sin oponer resistencia. Jodido cabrón... Y lo volvía a hacer, tras diez años eso no había cambiado. Me tragaban los putos pozos negros que tenía por ojos, estaba sumergiéndome en ellos y sabía que no debía hacerlo, que ya sabíamos lo que pasaba después. Le giré la cara de un manotazo y él, siguió inmóvil.
Me subí encima de él y le mordí el cuello. Quería arrancárselo también. No sabía dónde se había metido... No debería haber vuelto a aparecer.
Él intentó mirarme y le puse la mano bloqueándole el cuello. No volvió a intentarlo. Le quité el resto de la ropa y le até la camiseta a la cara. Me daba igual si se ahogaba. Le volví a morder más fuerte aún y él me agarró. Le quité las manos y le susurré un "no".
Me quité los putos pantalones de basket que alguien se había dejado en casa y, desde entonces, yo usaba y los tiré al suelo. Me subí a él otra vez y le agarré por el cuello. Le clavé las uñas todo lo que pude porque no tenía muchas y quería hacerle daño. Él no se quejó. Estaba duro y yo lo sabía. Le escupí. Yo no lo necesitaba...
- Qué coño haces aquí? -le dije.
E hice que entrara. Quería destrozarlo desde que lo vi en la puta puerta. Con su cara de tonto, con su porro en la mano, con el mechero en la otra y su pelo mal peinado. 
Despacito, fui bajando. Él seguía mirando a otro lado, con mis escasas uñas marcadas, y su camiseta atada. Me moví un par de veces, y noté cómo se estremecía y se contenía para no decir nada. Lo hice aún más fuerte, pero jodidamente despacio. Sentí su respiración entrecortada y la camiseta un poco mojada por su boca ahogada. Me volví loca, joder. Quería hacerle daño, quería maltratarlo. Le agarré del pelo despeinándolo del todo y empecé a moverme cada vez más rápido y con más rabia. 
Yo le clavaba los dedos en cualquier parte, -que se jodiera si le dolía-pensaba, y él aceleraba su respiración y se movía a mi paso. Seguía mi ritmo con su cuerpo y nos acompasábamos. Me harté de verle la puta cara liada en una camiseta contra el respaldo del sofá y fui a darme la vuelta. Paré un momento para robarle el porro y darle una calada. Le levanté un poco la camiseta y le eché su humo en la cara, en la parte de boca que se le veía, más bien. Sabía que sus labios me pedían algo, pero lo llene de humo y lo tapé. Me terminé de dar la vuelta... Hice lo que me dio la gana. Qué más da? De vez en cuando le empujaba, sólo por molestarle, y le escupía, y seguía cabalgando. Me creí amazonas en mi sofá azul. Subía y bajaba, a veces tan rápido que él mismo me llegó a decir que lo estaba destrozando. Me daba igual, a mí me gustaba, y seguía en mi efímero éxtasis de locura. Era lo que buscaba. Quería joderlo, que se arrepintiera él de haber llamado a mi puerta, no de yo haberle abierto.
Él jadeaba, le tenía las muñecas agarradas y lo embestía con ganas. A veces se quejaba entre gritos ahogados, y hacía ademán de mover los brazos, para agarrarme, para quitarme... no lo sé, pero yo estaba encima y sabía bien aprovechar mi ventaja. 
Paré otra vez para fumar, y ésta vez, le puse su porro en la boca a él también. Y esperé a que expulsara el humo. Después lo tiré al sofá tumbado y le levanté la camiseta un poco. Sólo le dejé los ojos atados. No quería vérselos nunca más, me prometí diez años atrás... Él se dejaba. Respiraba agitado y jadeaba. Me puse en su boca y lo dejé. Mientras seguí buscando caladas... Expulsaba el humo despacio entre jadeos yo también. Me hacía sentir una diosa, no sé si por su boca o por mi fumada, pero me gustaba. Tiré la chusta por ahí y me quité. Le volví a escupir y él me suplicó algo. Le volví a susurrar un "no" despacito, lo senté y subí. Quería terminar. Lo sacudí con todas mis fuerzas, más y más fuerte, más y más rápido... No paré hasta que terminé. Él gemía y se ahogaba, y yo, le puse la mano en la cara. Sin más. 
Me levanté, fui a buscar tabaco, comida y un vaso de coca-cola, y con mi pelo revuelto y mi cara de cansada, me senté a liar.
Él se quitó la camiseta de la cara y se echó agua. Yo me limpié con su puta camiseta y se volvió a acercar a mi. Le quité la cara. 
- Te apetecen sardinas? -le solté, acercándole la lata. Y le di un trago a mi coca-cola caliente.
Me miró, esta vez sin la camiseta atada, y le bajé la mirada. Me tenía desquiciada. Y claro, se puso a comerse las putas sardinas.








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